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lunes, 13 de diciembre de 2010

MÓNICO RODRIGUEZ



Alberto Híjar



Quizá superaron sus diferencias los facciosos irredentos para reorganizar como museo el Centro de Documentación Lucio Cabañas Barrientos que el Taller de Arte e Ideología instaló en Atoyac a raíz de la identificación de los restos del comandante del Partido de los Pobres. Para unos cayó en combate el 2 de diciembre de 1975, para otros se pegó un tiro en la mandíbula para impedir su inminente captura. Cercado y con el dolor de cabeza que no pudo ser atenuado en la revisión medica en el Distrito Federal, Lucio supo que otros seguirían en la lucha incluyendo los de Morelos que lo escoltaron hasta el Centro Médico Nacional. Entre ellos, Fernando Acosta, el legendario Negro, muy cercano a Mónico Rodríguez Ortiz y por tanto a la tradición autogestiva implantada por Rubén Jaramillo. Ingeniero y estudioso constante, el Negro aportó todo su saber para organizar cañeros en Atencingo y Zacatepec y consolidar luchas sindicales. Sin Mónico nada de esto hubiera sido, por su poder de convencimiento avalado por una práctica conspirativa inclaudicable, tampoco se habría fundado la colonia Emiliano Zapata en los llanos de Michapa y Guarin con el apoyo de intelectuales tan plenos como Sergio Beltrán, el experto en electrónica fundador en la UNAM de la investigación al respecto.

Mónico Rodríguez era como imán, dice El Negro en el prologo del libro subtitulado Comunista y Carmelita Descalzo donde Julián Vences (2001) transcribe las memorias de quien está en el centro de la investigación de Donald C. Hodges sobre El Anarquismo mexicano después de la Revolución (Texas, 1995). En este texto, Hodges compara a dos cumbres militantes: Valentín Campa, tan estricto que cuando estaba a punto de ser destruido el Partido Comunista Mexicano, exigió la reconsideración de la militancia de Diego Rivera (1977) muerto en 1957 en razón de que no había pasado de ser un veleidoso comunista y un colaborador. En aquel entonces, el postrer Secretario General Pablo Gómez evitó el desaguisado. Mónico en cambio era un festivo imán en el sentido metálico pero también en el de los usos y costumbres musulmanes. Donde anduviera Mónico había una célula en formación que pronto se reproducía. “Células madre” era el término que planteo para explicar la reproducción del Partido que más obstaculizaba que ayudaba al trabajo fuera del control de los comisarios capitalinos que exigían buena cama, comida caliente y viáticos para cumplir con sus jornadas de lectura de la prensa y la correspondencia porque no era trabajo de dirigentes andar como Mónico de aquí para allá sin preocuparse de la casa, el vestido y el sustento más allá de la dotación de un buen local de trabajo. De aquí lo de Carmelita descalzo como autocrítica ante las penurias de su esposa y sus hijos.

Mónico fue un excelente herrero, tornero y diseñador hasta el punto de que en el taller del Ingenio de Zacatepec hizo un cañón a partir de los planos publicados por una revista yanqui. Una pareja de gringos lo acosó para ofrecerle casa y taller en Estados Unidos ante el desprecio burlón de Mónico, el armero de los proyectos libertarios.

Algunas fechas son necesarias, las que anota El Negro. Las huelgas de 1942 y 1948 que consolidaron la Cooperativa del Ingenio de Zacatepec. El Plan de Cerro Prieto de Jaramillo de 1943 y su reactivación en 1952 una vez probada la vía electoral y partidaria con el Partido Agrario Obrero Morelense. Jaramillo alternó la lucha legal con la guerrillera luego del fraude que impidió su llegada a la gubernatura de Morelos. Con Porfirio, el hermano de Rubén, organizó a 9 pueblos en Atencingo para consolidar la defensa del ingenio azucarero. Siguió a Tlaxcala y Puebla y en esta ciudad incorporó a distinguidos profesores como Luis Rivera Terrazas que acabaría de Rector de la Universidad que ganó su autonomía y de Julio Glockner quien llegaría al mismo cargo para engendrar hijos revolucionarios. Fue entonces cuando se decía en broma que al tomar el poder Puebla se llamaría Monicotlán. Malquistado cada vez mas con el PCM, participó en el Movimiento Ferrocarrilero y el Magisterial entre 1958 y 1959. Dejó el PCM a raíz de que llevó a Jaramillo y su escolta a la Secretaría de Educación Pública ocupada por los maestros, ante el horror de los sensatos para quienes nunca hay condiciones de algo más que las movilizaciones civilistas y comunitaristas.

El prestigio de Mónico lo condujo a organizar al pueblo entero de Paso del Macho en Veracruz en defensa del Ingenio El Progreso. De ahí la conexión con el Partido de los Pobres y su oposición a la línea militar sin trabajo celular intenso. Siguió para trabajar con los Zapotecos de Yalalag al lado de Luciano Ramírez, Chano, experto en tecnologías agrícolas. Mónico nunca perdió la línea de articular los procesos productivos con la autogestión tecnificada, por ejemplo, en el molino motorizado que hizo con los compañeros de aprendices. Con El Negro trabajó en Cuernavaca con los explotados de la Nissan y la Coca Cola y cuando al fin se aposentó en Xochitepec, no cesó de atender a quienes acudían a consultarlo. Pese a la desesperante desconexión entre el pensamiento y el habla por un accidente vascular, Mónico atendía a todo el mundo. Murió el 4 de diciembre de 1998 y su funeral fue un acto anarco-comunista con La Internacional, la bandera roja con la hoz y el martillo y por supuesto con Tampico hermoso. Por ahí su compañero que recogió sus memorias con todo y el habla coloquial de quien fue zorra en las minas, cargador de teodolito, peluquero, eminente herrero, tornero y diseñador industrial. Lo recuerdo con su 1.70 m. de estatura y su rostro de profeta en la foto del Zapatista Ilustrado donde asombra con la prueba de fuerza física macha de hacer girar un pesado mazo para sostenerlo enhiesto. Oscar Menéndez registra en su película sobre Jaramillo parte del funeral con Fernando Acosta El Negro muy serio y triste, como quienes los recordamos.


1º diciembre 2010